El pasado 18 de julio, en Italia, dispararon a un bebé gitano de tan solo un año y medio hiriéndole gravemente por medio de una bala de aire comprimido. Nuestra hermana Lapadat Cerasela ya ha sentido en su propia piel la realidad de algo que, tristemente, la acompañará el resto de su vida así como acompaña las vidas de más de 12 millones de romaníes en el continente europeo: la cruda realidad del racismo anti gitano.

Le preguntamos una y otra vez a Europa, aunque ya conocemos la respuesta: ¿qué tienen los cuerpos gitanos que los convierten en blanco de múltiples formas de ataques y asesinatos? ¿Qué nos convierte en “objetos sacrificables”? Porque eso es lo que somos para ustedes, objetos sacrificables ¿Es su propio legado histórico -que es también su propia condena- y su imagen de nosotros como “salvajes” ‘animales’; como ‘no humanos’ que necesitan ser controlados, disciplinados y asesinados? ¿Servirán de algo nuestras preguntas? Nos dicen que, cuidado, que Europa no es un todo ¿Por qué entonces, cuando se trata de la vidas romaníes, una parte de Europa ataca, persigue y asesina, mientras que la otra parte asiste indolente, pasiva y soberbia? Lo hemos dicho: conocemos la respuesta. Sin embargo, seguimos apelando a los sectores de nuestras sociedad que están en condiciones de luchar a nuestro lado recordándoles: lo que está ocurriendo es también su problema, también les estallará en la cara.

Aquí ahora condenamos enérgicamente la existencia de esta Europa racista. No es una mera proclama, ni un mero discurso. La condenamos por el sufrimiento de millones de seres humanos que son oprimidos y tratados como escoria mientras, hipócritamente, se enarbolan los derechos humanos para señalar lo que ocurre fuera de sus fronteras. Nuestra condena no es una opción, lo hacemos porque debemos sobrevivir.

Créditos foto: THÉM ROMANÓ